lunes, 30 de mayo de 2011

FELIX SAMANIEGO



El asno y el cochin


 Oh jóvenes amables, que en vuestros tiernos años al templo de Minerva dirigís vuestros pasos, seguid, seguid la senda en que marcháis, guiados, a la luz de las ciencias, por profesores sabios. aunque el camino sea, ya difícil, ya largo, lo allana y facilita el tiempo y el trabajo. Rompiendo el duro suelo, con la esteva agobiado, el labrador sus bueyes guía con paso tardo; mas al fin llega a verse, en medio del verano, de doradas espigas, como Ceres, rodeado. A mayores tareas, a más graves cuidados es mayor y más dulce el premio y el descanso. Tras penosas fatigas, la labradora mano ¡con qué gusto recoge los racimos de Baco! Ea, jóvenes, ea, seguid, seguid marchando al templo de Minerva, a recibir el lauro. mas yo sé, caballeros, que un joven entre tantos responderá a mis voces: no puedo, que me canso. Descansa enhorabuena; ¿digo yo lo contrario? Tan lejos estoy de eso, que en estos versos trato de daros un asunto que instruya deleitando, los perros y los lobos, los ratones y gatos, las zorras y las monas, los ciervos y caballos os han de hablar en verso, pero con juicio tanto, que sus máximas sean los consejos más sanos. deleitaos en ello, y con este descanso, a las serias tareas volved más alentados. Ea, jóvenes, ea. Seguid, seguid marchando al templo de Minerva, a recibir el lauro. pero ¡qué! ¿os detiene el ocio y el regalo? Pues escuchad a Esopo, mis jóvenes amados: Envidiando la suerte del Cochinos, un Asno maldecía su destino. «Yo, decía, trabajo y como paja; él come harina, berza, y no trabaja: a mí me dan de palos cada día; a él le rascan y halagan a porfia.» Así se lamentaba de su suerte; pero luego que advierte que a la pocilga alguna gente avanza en guisa de matanza, armada de cuchillo y de caldera, y que con maña fiera dan al gordo Cochino fin sangriento, dijo entre sí el jumento: «si en esto para el ocio y los regalos, al trabajo me atengo y a los palos.»







La cigarra y la hormiga


Cantando la Cigarra
pasó el verano entero,
sin hacer provisiones
allá para el invierno;
los fríos la obligaron
a guardar el silencio
y a acogerse al abrigo
de su estrecho aposento.
Viose desproveída
del precioso sustento:
sin mosca, sin gusano,
sin trigo, sin centeno.

Habitaba la Hormiga
allí tabique en medio,
y con mil expresiones
de atención y respeto
la dijo: «Doña Hormiga,
pues que en vuestro granero
sobran las provisiones
para vuestro alimento,
prestad alguna cosa
con que viva este invierno
esta triste cigarra,
que alegre en otro tiempo,
nunca conoció el daño,
nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
que fielmente prometo
pagaros con ganancias,
por el nombre que tengo.»

La codiciosa hormiga
respondió con denuedo,
ocultando a la espalda
las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
a todo pasajero
cantaba alegremente,
sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿conque cantabas
cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
baila, pese a tu cuerpo.»
El muchacho y la fortuna



A la orilla de un pozo,
sobre la fresca yerba, 
un incauto Mancebo 
dormía a pierna suelta. 
Gritóle la Fortuna: 
«Insensato, despierta; 
¿no ves que ahogarte puedes, 
a poco que te muevas?
Por ti y otros canallas 
a veces me motejan, 
los unos de inconstante, 
y los otros de adversa. 
Reveses de Fortuna 
llamáis a las miserias; 
¿por qué, si son reveses 
de la conducta necia?»


  

No hay comentarios:

Publicar un comentario